Lecturas: Is 2, 1-5; Rm 13, 11-14a; Mt 24, 37-44

El escenario actual no solo en nuestro país, sino en el mundo, podría decirse a la luz de la fe, que es el tiempo para esperar al Señor. Parece ser que es en la adversidad cuando sale con más fuerza el grito: ¡VEN SEÑOR JESÚS! ¡VEN NO TARDES MÁS! ¡VEN A SALVARNOS!

Las lecturas de este I Domingo de Adviento traen ese mensaje que por una parte son un llamado de atención y por otra una invitación a la conversión, pero por sobre todo son palabras de esperanza. Desde el Monasterio nos sentimos invitadas a ser portadoras de esperanza porque EL SEÑOR VIENE, porque viene y nace en Belén, y nace también el corazón de cada uno. Pero también debemos preparar, como San Juan Bautista, el camino para la venida definitiva.

El trozo que antecede la lectura de Isaías contiene oráculos dirigidos a Israel y Judá contra la realidad de pecado, de idolatría, de avaricia. Y así, las palabras esperanzadoras que escuchamos son como un vástago, un retoño inserto en un ambiente violento. Es profético la imagen de Isaías de que las lanzas y espadas se transformarán en arados y podaderas, es decir, de instrumentos de destrucción a instrumentos de cultivo, de trabajo, de progreso.

El salmo 121 de este Domingo nos muestra que empezamos esta alegre peregrinación de Adviento caminando con María, con José, con Isabel, Zacarías, con Juan Bautista, Isaías… hacia esa tierra de Belén donde encontraremos al Príncipe de la Paz.

Señor queremos esperarte preparados, no sabemos el día ni la hora, pero ayúdanos, somos un retoño frágil. Que nuestras lámparas estén encendidas ¡Ven Señor Jesús!

Monasterio de la Asunción, Domingo I de Adviento Ciclo A