Lecturas: Is 60, 1-6; Ef 3, 2-6; Mt 2, 1-12
En la liturgia el pasado y futuro se hacen presente. Hoy Jesús se muestra a nosotros. Epifanía significa manifestación; es una fiesta de luz; la fe ilumina nuestras vidas. Dios se manifiesta, se revela. Da a conocer su deseo que todos «llegan a conocer la verdad y se salven». Una vez un sacerdote me dijo, refiriendo a su manera de guiar su parroquia: «no aprendí dividir ni restar, solamente a sumar y multiplicar». Parece que Dios es así: quiere incluir a todos.
Este Niño, nacido de la Virgen María en Belén, vino no sólo para el pueblo de Israel, representado por los pastores de Belén, sino también para toda la humanidad, representada por los Magos del Oriente. Dios eligió al pueblo de Israel, no para excluir a los demás pueblos, sino para abrir el camino para la salvación de todos.
Los cristianos somos un pequeño rebaño en el mundo. Estamos llamados a ser auténticos discípulos de Jesús. Como los primeros cristianos, vivimos en medio de un mundo pagano. Los Papas Benedicto XVI y Francisco han insistido que la Iglesia crece por atracción. En la medida que seamos más íntegros y consecuentes como Jesús, otras personas van a sentirse atraídos. Gandhi dijo: «Si los cristianos fueron como Jesús, yo me haría cristiano.»
Entre los santos hay un gran variedad; no hay un solo camino para vivir unidos íntimamente con Jesús. Es evidente que hay muchísimos santos y santas que no son canonizados. Cada uno de nosotros está llamado a ser santo. En la Exhortación Apostólica sobre la santidad en el mundo actual, el Papa Francisco nos anima con su acostumbrada orientación pastoral a tomar pasos para
ser discípulos de Jesús en nuestras vidas diarias. El Papa habla de los santos de la puerta de al lado, los vecinos que día tras día sigan fieles al camino de Jesús, a veces en una manera heroica. Viven fieles a los desafíos de su estado de vida, consecuentes de su bautismo, como hijos e hijas de Dios. Siempre es un camino de fe y confianza.
Los Magos son un ejemplo para muchos que buscan a Dios.Cada ser humano, consciente o inconscientemente, está buscando a Dios; lo necesita; hay un deseo de algo trascendente, algo que dé sentido a sus vidas, aunque a veces disfracen o apagan este impulso.
Al contrario, los Magos en el Niño Jesús, encontraron la que estaban buscando y «cayendo de rodillas, lo adoran». Es llamativo el ímpetu de su reacción inmediata. ¡Cayeron de rodillas delante de un Niño! Su fe era muy viva. Adoraron el misterio. Estaban abiertos a esta manifestación = epifanía.
Los Magos empezaron con una pequeña luz, una estrella rara. La estrella es un símbolo de la fe. Movidos interiormente, se atrevieron a seguirla. Eran valientes y sacrificados a obedecer la estrella que apareció. Ellos son los precursores de muchas personas que comienzan a ser movidos por un deseo de Dios que está despertando en su interior. La fe es una apertura a las sorprendentes manifestaciones de Dios.
Los Magos seguían adelante con la luz tenue que habían recibido. Su fe los impulsó a perseverar. Llegaron a Jerusalén. La estrella desapareció. Pasaron una noche oscura. Tuvieron que recurrir a personas que no eran santos: Herodes y los Sacerdotes. Sin embargo recibieron la respuesta necesitada. De nuevo se pusieron en marcha. La estrella, la fe, les iluminó y ellos sintieron una alegría inmensa.
Esta fiesta nos anima en nuestro camino de fe. Es importante seguir confiando, aún cuando la estrella desaparezca, aprender a abrirnos de nuevo al misterio de Dios. Que tengamos la humildad de pedir a la María, nuestra Madre, que nos ayude. El Papa dijo: “necesitamos aprender de las madres que el heroísmo está en darse, la fortaleza en ser misericordiosos, la sabiduría en la mansedumbre.” En medio de los engaños mundanos, María nos muestra la verdad. Ella nos llevará a la Luz Verdadera, su Niño, Jesús. Él ilumina a cada uno. Como María caminemos por el camino de humildad y fe.
P. Jorge Peterson, OCSO
Monje del Monasterio Santa María de Miraflores, Rancagua