Que hacéis ahí plantados mirando al cielo, volverá como le habéis visto marcharse. Hc 1,11

VUESTRA TRISTEZA SE CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA

La Solemnidad de la Ascensión nos impulsa a mirar las cosas de arriba, allí donde el Señor nos prepara un lugar. Es semejante a fiesta de la Asunción, tan nuestra que también, nos pone en esa perspectiva, nos impulsa el corazón a estar allá con el Señor, a gozar de su amistad luminosa, alegre, eterna y a asumir las tensiones del tiempo presente, las incertidumbres y dolores que estamos viviendo como queriendo abrazar lo definitivo en esta, pero no es «lo definitivo», sino el camino para seguir avanzando con esperanza (cf Mons. C. Aspiroz Costa).

Todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia como cabeza sobre todo. Ef 1,22

 Durante este tiempo de la Pascua en la LITURGIA, hemos estado viendo las grandes peripecias de los Hechos de los apóstoles, los tiempos difíciles de la primera evangelización y la ilusión y la fuerza con que lo vivían, los primeros cristianos, lo que es un gran testimonio para nosotros, para estar despiertas a lo que el Espíritu sopla y alertas a lo que nos instruya, para comprender lo que Jesús nos ha enseñado y discernir cuál es el camino bueno en las pequeñas cosas de cada día.  Veíamos también al Señor hablando con sus discípulos de su relación con el Padre, de su partida, “dentro de poco no me veréis”, del futuro, del bien y del mal, de la promesa de que no nos dejará huérfanos y al mismo tiempo despidiéndose. De este modo venía preparándonos para la fiesta de la Ascensión, y prometiéndonos que enviará un Espíritu que nos guía, haciéndonos más conscientes de esta frase que me emociona, “en El vivimos nos movemos y existimos”.
Han sido los 40 días de Pascua: una cuarentena que se cumplió recién. Contamos 40 días desde la Resurrección. Entremos en el simbolismo de la cuarentena:
El pueblo elegido de Israel en su éxodo de Egipto a la tierra prometida, está 40 años en el desierto. Son 40 los días de Jesús en el desierto preparándose para su vida pública. Son 40 días de las apariciones de Jesús a sus discípulos hasta ir al Padre. Es también nuestra cuarentena la actual, que gracias a Dios podemos vivirla con El. Teniendo la fe podemos, a pesar de los miedos y preocupaciones, vivir con una  PAZ PASCUAL, que nos permite en estos tiempos difíciles vivir con fe en SU presencia y con la confianza de que aparecerán maneras de afrontar el futuro. Cómo nos dice el Abad Primado en su reciente carta, “las palabras de Jesús son fuente de inspiración y apoyo en este tiempo en que estamos, como los apóstoles y María, encerrados en un lugar mientras oramos en espera de la intervención amante y graciosa de Dios que nos traerá la salvación, la renovación, la esperanza”.

Esperamos al Espíritu Santo.  Descubrimos así nuestra tarea AD GENTES,  enviadas por Dios al mundo para ser sacramento de salvación universal, desde el Monasterio. No es sólo “mirar al cielo” sino mirar, dándonos cuenta de que la Iglesia nos necesita y que es grande esta tarea para nuestra debilidad, por esto necesitamos urgentemente rezar, aunque sea por miedo, vale aunque la razón no sea tan generosa. Sólo El puede ayudarnos a dar razón de nuestra esperanza y apoyarnos en la certeza de creer lo que él nos dijo: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, ¡Que mensaje más alentador el que nos da en su despedida! Es ese nombre de “Enmanuel, es decir Dios con nosotros”, que se anunció así desde su nacimiento. Es ahora El quien nos protege, quien nos elige, quien nos envía. “Mirar al cielo”, es hoy señal de nuestra confianza en Dios y es anunciar la presencia de Dios, en un mundo que vive como si Dios no existiera. Creemos realmente que permanece con nosotros, entre nosotros, con su Palabra, con la celebración de la liturgia, en las hermanas, en los hermanos, especialmente en los que padecen, el hambre, la sed, la enfermedad, el olvido, la orfandad desnuda, el desprecio, Jesús está con nosotros. La Ascensión nos ayuda a descubrir y gozar la gloria de ser continuadores de la misma misión de Jesús. Le pedimos que siga haciéndonos testigos de su Evangelio.

+M. Alejandra Izquierdo