Compartimos esta preciosa homilía pronunciada por el Padre Benito, Abad del Monasterio de la Santísima Trinidad de Las Condes el día de su Misa Exequial

 

Homilía del PadreBenito Rodríguez, OSB

Sábado 24 de octubre de 2020

Lecturas: Am 4, 13; 5,8; 9, 6   2 Tm 2, 8. 11-13   Jn 21, 4-14

“El Señor hizo la aurora y el crepúsculo y camina sobre el dorso de la tierra: se llama Señor, Dios de los ejércitos” … Hoy amanece para nuestro P. Gabriel una nueva aurora, y Jesús lo recibe en esa otra orilla. Ese mismo Jesús, “resucitado de entre los muertos, descendiente de David” … y que él tantas veces escrutó en los evangelios. ¿Le sucederá quizás, en un primer momento, como a esos discípulos que, cansados después de una larga e intensa noche en el lago, no pudieron reconocerlo? Porque seguramente la mirada de él, como la de ellos, tendrá que irse como acostumbrando a esta nueva luz … ajustándose a una más intensa irradiación de la belleza, que en Jesucristo se revela en forma más pura, intensa, ¡y deslumbrante! … de esa belleza que al P. Gabriel tanto lo hizo vibrar interiormente cuando en este mundo se le manifestaba en el arte, en la arquitectura, en la amistad y, cómo no decirlo, en los paisajes verdes, lluviosos, ricos en aromas y colores del Sur y de su amada Valdivia …

“Muchacho, Gabriel, ¿no tienes pescado?” … Seguramente esta pregunta de Jesús pondrá en una tensión expectante a nuestro P. Gabriel, quizás un poco asustado, porque al buscar en su propia red no encontrará pescado alguno … Pensaría, tal vez, que su red estaría muy llena: de libros publicados, de premios y reconocimientos otorgados por las más variadas y destacadas instituciones, de buen nombre y fama … Pero Jesús, con una mirada sonriente le volverá a insistir: “No, Fernando, eso no … entre todos esos bártulos no habrá por ahí algún pescado” … pues, como los niños, la mirada de Jesús no se fija en lo que nos fijamos los adultos, sino en lo que aparentemente es menos relevante, en eso que se mira con los ojos del corazón … Imagino a nuestro querido Gabriel poniéndose ya algo nervioso, como, según él mismo contaba, le sucedía cuando tenía que rendir algún examen, del tipo que fuera … Lo que esperaría el Señor, seguramente, es que su respuesta fuera simplemente: “Nada, Señor, en mi red no tengo nada …” … para ahí recién intervenir él: “Pero Gabriel, echa la red a la derecha de la barca y encontrarás … ya lo verás …”

 Y es que la red del P. Gabriel, pienso, estaba realmente muy llena de peces, y de peces grandes. Porque la red de la que cada uno disponemos para pescar esos peces que al Señor le interesan es la Palabra de Dios … con la Palabra de Dios, con el Evangelio, Jesús nos hace participar a nosotros en la misma misión que da a sus discípulos, la de ser pescadores de hombres … Y el P. Gabriel, a través de la Palabra de Dios, hizo verdaderamente una pesca abundante, milagrosa, sin que él mismo, quizás, tuviera realmente conciencia de ello … En primer lugar él mismo fue “pescado” por esa Palabra de Dios que lo cautivó y que supo cultivar y acrecentar con fidelidad durante su larga vida monástica … orándola a través de la lectio divina, y cantándola con su comunidad en el Oficio Divino … y, finalmente, comunicándola, porque la Palabra de Dios crece en nosotros en la medida que la anunciamos … “porque hay más alegría en dar que en recibir.”

Ayer fueron muchos quienes, espontáneamente, circularon por nuestro templo para orar y acompañar a la comunidad y al P. Gabriel, algunos emocionados y con lágrimas en los ojos … muchos de ellos (as) habían forjado con el P. Gabriel un estrecho vínculo de amistad, una amistad que se había nacido en torno a esa Palabra de Dios compartida a través de alguno de sus grupos de lectio divina … Y, precisamente, de uno de esos grupos de lectio divina, hace casi 40 años, es que el Señor fue haciendo una pesca tan milagrosa como sorprendente, y que hizo posible la fundación del Monasterio Benedictino de monjas de Rengo, varias de ella aquí presente junto a su abadesa, Madre Alejandra … De otra larga e intensa experiencia de lectio divina compartida con José Manuel Eguiguren, también hace más de 40 años, fue que el Señor dio origen a otra comunidad, la del Movimiento Apostólico Manquehue, y que es y ha sido, ya por varias décadas, una fuente de inspiración para muchos y de irradiación del evangelio a través del carisma benedictino …

En fin, no podemos dejar de mencionar, evidentemente, el inmenso aporte del P. Gabriel en los ámbitos de la historia, la cultura y el arte en nuestro país y en la Iglesia de Chile … pero esto se encargarán de hacerlo otros con muchas más condiciones que yo … Qué grande será el asombro del P. Gabriel cuando descubra que su red también estaba llena de peces grandes, y de esos por los que el Señor le estaba preguntando, es decir, de tantas personas a quienes supo transmitirles su amor a la Palabra de Dios y con quienes supo además compartir, sin complejo alguno, el don de la amistad …

“Cuando Simón Pedro oyó ‘es el Señor’, se puso el vestido – pues estaba desnudo – y se lanzó al mar” … Querido P. Gabriel, que el vestido de tus buenas obras, esas que seguramente ni tú mismo reconoces, cubra la desnudez de tus pecados y condicionamientos humanos … para que así puedas con esa confianza que da el tener puesta la mirada en Jesús ‘lanzarte al mar’, y dejando atrás cualquier temor … puedas correr con alegría y con libertad del corazón hacia el Señor que te llama desde la orilla, y te dice “Ven”. … Amén.

+Benito Rodríguez, OSB

Monje benedictino