Domingo III de Adviento ciclo C, comentario a las lecturas
Retoño que brota del tronco, profecía de Isaías. Jennny Dalenoord, Bibel für die Grundschule
Lecturas: Sof 3, 14-18; Flp 4, 4-7; Lc 3, 2-3, 10-18
“Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás” (Sof 3,14-15). Es sorprendente esa triple invitación a la alegría que el profeta dirige a su pueblo.
Ahora bien, esa alegría no surge de las satisfacciones inmediatas que todos esperamos de la vida. El pueblo puede alegrarse porque ha sido liberado por Dios de sus enemigos, internos y externos. Al final, Dios puede ser reconocido como el único rey y señor. Es la hora de recordar que Dios ama a su pueblo como un esposo ama a su esposa.
También el salmo responsorial canta la alegría de gozar de la presencia de Dios: “Gritad jubilosos: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel” (Is 12,6).
Y la alegría resuena con tonos de Adviento en la exhortación de san Pablo a los fieles de Filipos: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca” (Flp 4,4-5).
LA CONVERSIÓN CONCRETA
La alegría no brota de las posesiones ni de los éxitos. Requiere siempre esa paz del corazón que sigue a la conversión. El evangelio nos dice que esa conversión es lo que exige Juan el Bautista a todos los que se acercan a escucharle a las orillas del Jordán.
Con todo, la conversión no puede confundirse con un sentimiento íntimo y pasajero. En el texto evangélico que hoy se proclama (Lc 3,10-18), Juan Bautista la resume en tres actitudes concretas, que pueden aplicarse también a todos nosotros:
- Compartir los vestidos y los alimentos con quienes no los tengan. Esta actitud positiva subraya el valor de eso que hace posible la vida y que protege la dignidad de la persona.
- No exigir a los otros más de lo establecido. Este veto, aparentemente negativo, trata de proteger el respeto a la justicia y de hacer posible la armonía en la comunidad.
- No hacer extorsión a nadie. Esta prohibición condena la altanería de los prepotentes que van por el mundo humillando y explotando a los humildes y marginados.
LA LLEGADA DEL MESÍAS
Sin embargo, Juan Bautista no se limitaba a dar normas de conducta, por muy importantes que sean. De hecho, no era un maestro de moral. Había sido enviado para anunciar la llegada del Mesías. Ese era el motivo para la conversión que motivaba su predicación.
- “Viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias”. Juan reconocía su debilidad. Él no tenía la clave de la salvación: anunciaba al Salvador. En realidad, se consideraba menos que un esclavo al servicio del Señor.
- “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Juan bautizaba con agua, pero anunciaba ya un nuevo bautismo de viento y de fuego. Esos elementos, que pueden destruir lo que encuentran a su paso, representan el Espíritu que es el origen de una nueva vida.
- “En su mano tiene el bieldo para aventar su parva”. Juan no podía discernir el bien y el mal. El Mesías traería en su mano el bieldo con el que el labrador separa el trigo de la paja. Solo el Señor puede realizar un juicio definitivo sobre las realizaciones humanas.
– Señor Jesús, la conversión que predicaba Juan el Bautista puede hacer creíble la sinceridad de nuestra fe, el compromiso de nuestra esperanza, la verdad de nuestra caridad y la autenticidad de nuestra alegría. Danos tu luz y tu fuerza para que en este tiempo de Adviento podamos anunciar y preparar tu venida. Amén.
Padre José-Román Flecha Andrés
Domingo II de Adviento ciclo C, comentario a las lecturas
“Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor”. (Lc. 3, 1-6).
Lecturas:
Bar 5, 1-9 – Flp 1, 4-11 – Lc. 3, 1-6
En Juan el Bautista resuena con fuerza las palabras de Isaías: “Preparad el camino al Señor”. De eso se trata de preparar un camino para que el Señor llegue a nuestra vida. ¿Cómo preparar un camino al Señor en mi vida?, ¿cómo hacer espacio a Dios en medio de las prisas, la agitación, y el activismo que vivimos y que nos impiden escuchar interiormente?
“En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio… vino la Palabra de Dios sobre Juan en el desierto”. El Evangelio de Lucas sitúa la misión de Juan el Bautista en el marco de la historia del mundo pagano y de Israel. Y lo hace con un tono solemne, (“En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio” …) Sí, la salvación de Dios acontece en una historia bien concreta, como nos la presenta el Evangelio de hoy; es decir, la salvación, la vida plena que Dios nos ofrece a todos acontece en “nuestro año quince”, es decir, en nuestra historia personal, con nuestros problemas y nuestras esperanzas, con nuestras insatisfacciones y nuestros deseos de vida en nuestra situación concreta… Allí donde cada uno se encuentra y tal como está en realidad. Dios viene a nosotros siempre en nuestra realidad concreta.
Dice el Evangelio que “vino la Palabra de Dios sobre Juan en el desierto”: No es en Jerusalén sino en el desierto donde Juan recibe la Palabra de Dios. Esto es significativo; el “desierto” significa lugar de silencio, de distancia crítica de las corrientes de moda y de todo aquello que nos separa de lo esencial. Juan nos enseña a escuchar a Dios en el “desierto” de nuestro corazón. ¿Quién escuchará a Dios en el “desierto” de su corazón?, ¿que nos ayudará a ir a lo esencial en nuestra vida?
“Preparad el camino al Señor”. ¿Pero cómo preparar el camino al Señor en este Adviento? Para hacerlo el Bautista echa mano del texto de Isaías: “Preparad el camino del Señor”. Hay en ese texto cinco verbos sugerentes detrás de los cuales está diseñado todo el trabajo para este Adviento: hay que “allanar sus senderos,” es decir, recuperar una fidelidad sin baches; hay que “rellenar los valles”, que quiere decir salir de los vacíos y de los sinsentidos, y dejar los barrancos del desaliento y de la desconfianza; “rebajar montes y colinas”, rebajar ambiciones, dejar de lado la autosuficiencia y la arrogancia; “enderezar lo torcido” ¿qué caminos torcidos hay en mi vida?, necesitamos salir de una vez de nuestra ambigüedades en las que nos movemos cada día; “igualar lo escabroso”, nivelar con justicia las escandalosas desigualdades de nuestro mundo.
También el Adviento nos invita a hacernos conscientes de que la Tierra se está calentando, que casi cada mes se baten récords de temperatura global, y que hielos y nieves se derriten. Necesitamos una responsabilidad ante el calentamiento de la Tierra si no queremos continuar hacia una carrera suicida.
Por supuesto, “Preparar el camino del Señor” consiste en crear relaciones autenticas, en pasar de la injusticia a la justicia, de la angustia a la confianza, de la tristeza a la alegría y en hacer la vida más humana y feliz para todos.
Este programa tan concreto se cierra con la afirmación contundente: “y toda carne verá la salvación de Dios”. La salvación de Dios, la Vida plena está ofrecida a todos, y se ofrece también a todos nosotros. Esta es la Buena Noticia del Evangelio: Dios, en Cristo, ofrece su amor y su vida a todo ser humano sin excepción.
Con razón se nos invita, también hoy, a la esperanza de una manera nueva tal como lo hemos oído en la primera Lectura, el profeta Baruc, escribe: “Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da”. Este mensaje está dirigido a Jerusalén, para alimentar la esperanza en la vuelta de los desterrados en Babilonia, por eso, es una llamada a la esperanza. También es una invitación a un cambio de actitud ante nuestra vida. ¿Qué significa “el vestido de luto” ?, el vestido de luto significa nuestras desesperanzas, nuestras tristezas, nuestros continuos lamentos que nos paralizan y nos impiden vivir la esperanza y la alegría. Nosotros hoy, necesitamos preguntarnos: ¿Qué vestido de luto siento que tengo que dejar? ¿O qué vestido de fiesta Dios me está ofreciendo?
Retened las palabras de Pablo a los filipenses que hemos escuchado: “Esta es nuestra confianza: que el que comenzó en vosotros la buena obra la llevará a término”.
En este domingo, nos volvemos al Señor para decirle: Ven, Señor, a nosotros. Líbranos de toda tristeza y danos tu alegría. Abre para nosotros un camino nuevo en el que podamos rebajar nuestros montes y rellenar nuestros valles… Señor, que luchemos contra las montañas de nuestro orgullo y que nuestro encuentro contigo rellene los vacíos de nuestro corazón. Podemos decir con el salmo de hoy: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”.
Padre Benjamín García Soriano
9 de diciembre de 2018
Domingo I de Adviento ciclo C, comentario a las lecturas
Lecturas: Jer 33, 14-16 – 1Tes 3, 12-42 – Lc 21, 25-28, 34-36
“Suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra”.
Ese oráculo divino transmitido por Jeremías (33,14-16) es la promesa fundamental que resuena en este primer domingo del Adviento. Esa profecía alimentaba la esperanza del pueblo de Israel. Y alienta también la nuestra.
- “Suscitaré a David un vástago legítimo”. Como sabemos, el profeta Natán había prometido al rey David que Dios le daría una casa y una descendencia. Pues bien, la fe cristiana ha visto en Jesús la realización de aquella promesa. Jesús es el descendiente de David. Su pueblo lo esperó sin conocerlo. Nosotros estamos llamados a reconocerlo.
- “Hará justicia y derecho en la tierra”. Nuestro mundo nos presenta un panorama de mentira y de engaño, de corrupción y de muerte. Pero el ser humano necesita palabras y hechos de justicia. El Adviento nos ayuda a recordar que Jesús vino a anunciar el reino de la verdad. Los creyentes estamos llamados a colaborar en su realización.
EL MIEDO Y LA CONFIANZA
En el evangelio que hoy se proclama (Lc 21,25-28.34-36) Jesús anuncia que un día los astros temblarán. Con ello se insinúa que es inútil depositar la confianza en lo que parece más estable en todo el universo. Es evidente que el verdadero creyente no puede atribuir a las cosas creadas un valor absoluto y definitivo.
Es muy interesante la observación de los sentimientos humanos que el texto revela. Ante el temblor de los astros, es decir, de lo que se considera más firme, la reacción espontánea es el temor: “Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán”.
Sin embargo, ante ese sentimiento, el evangelio contrapone una actitud de confianza: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”. Con todo, es verdad que la confianza requiere vigilancia y ascetismo. No dejarse embotar por el vicio, mantenerse despiertos y pedir a Dios la fuerza necesaria.
EL QUE VIENE
El texto no se limita a describir ese espectáculo cósmico y su efecto sobre las gentes. Es un “evangelio”, es decir, una buena noticia: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria”. Esa profecía es la razón de nuestra esperanza.
- “Verán al Hijo del hombre”. Estas palabras remiten a la profecía que se encuentra en el libro de Daniel. Pero nos recuerdan que el Señor ya está entre nosotros. Nuestra infidelidad y nuestra pereza nos impiden descubrirlo. La esperanza nos lleva a desear su manifestación.
- Vendrá “en una nube”. La nube es una de las imágenes más habituales para expresar la presencia de Dios. La nube dificulta la vision del horizonte, pero acerca los sonidos. Él Señor está cerca de nosotros, aunque a veces nos resulte difícil percibirlo. Escuchemos su voz.
- Vendrá “con gran poder y gloria”. El Hijo del hombre es el Justo injustamente ajusticiado. Ante los poderes de este mundo se mostró débil e indefenso. Pero ante su gloria actual se ha de doblar toda rodilla. Es el Señor.
– Señor Jesús, te esperamos como el Hijo del Hombre prometido. Aguardamos tu manifestación final como Señor de la historia. Que la próxima celebración de tu nacimiento nos lleve a acoger tu mensaje y a colaborar a su realización con aguante, con audacia y con alegría, como nos lo pide el papa Francisco. Amén.
Padre José-Román Flecha Andrés