Imagen: Cripta Catedral Metropolitana de Natal, Claudio Pastro

Lecturas:
Is 53, 10-11
Hb 4, 14-16
Mc 10, 35-45

“El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento…Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos”. Esa era la misión del Siervo del Señor, que recuerda la primera lectura de la misa de hoy (Is 53,10-11). Ese misterioso personaje no aparece revestido de poder. Al contrario, precisamente por sus sufrimientos se convierte en salvador de muchos.

Con el salmo responsorial, confesamos hoy que nuestra redencion no es fruto de nuestro poder, sino de la bondad compasiva de Dios: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti” (Sal 32,22).

Tambien la carta a los Hebreos nos recuerda que “no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades” (Heb 4,14-15).

En este domingo de la propagacion de la fe es bueno tratar de adquirir conciencia de que no es nuestro poder el que contribuye a la misión redentora confiada a la Iglesia.

LA TENTACIÓN DEL PODER

Tras evocar en los domingos anteriores la enseñanza de Jesús sobre el placer y el tener, el evangelio que hoy se proclama nos revela que la apetencia humana del poder ha de ser entendida, a la luz de la fe, como la disponibilidad para servir a los demás (Mc 10,35-45).

  • Santiago y Juan, hijos de Zebedeo se dirigen a Jesús con una frase que contradice el ejemplo y la enseñanza que van recibiendo de él: “Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir”. Ese Maestro es el que nos enseña a orar diciendo al Padre: “Hágase tu voluntad”. No podemos convertir a Dios en un ídolo dispuesto a satisfacer nuestro egoismo.
  • Santiago y Juan piden puestos de honor en la gloria del Mesías. Pero Jesús les anuncia que le espera un horizonte de pasión y de muerte. Y ese es el camino que aguarda a los discípulos que lo reconocen como su Maestro. También ellos compartirán el cáliz de amargura que él ha de beber y el baño de dolor y de sangre con que él será bautizado.
  • Sería una hipocresia indignarse contra Santiago y Juan. Todos tenemos esa tentación del poder que afecta a los jefes que tiranizan a los pueblos y a los poderosos que oprimen a los débiles. Pero entre los discipulos de Jesús quien quiera ser el primero ha de aprender a ser el servidor de todos. Esa es la leccion que nos ha enseñado el Maestro.

ALTANERÍA Y SERVICIO

Es grande quien sirve a los demás. Nunca ha sido fácil aprender esa lección. Ahora mismo el papa Francisco nos llama la atención contra las tentaciones de la mundanidad y del clericalismo. Pero el servicio no es una simple estrategia misional para ir consiguiendo nuevos adeptos para la Iglesia. El servicio es el único modo de parecernos al Maestro.

  • “El hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan”. En Jesús vemos la realización de aquel Siervo del Señor del que se habla en el libro de Isaías. En el contexto de la última cena él lavó los pies a sus discípulos y los exhortó a realizar ese gesto de humilde servicio a sus hermanos. Esa es la traducción del mandato del amor.
  • “El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por todos”. Al igual que el Siervo del Señor, anunciado por el profeta, también Jesús justifica y rescata a muchos. Como dice el papa Francisco, “quienes se dejan salvar por él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (EG 1).

– Señor, Jesús, tú conoces bien nuestra aspiracion a sobresalir por encima de los demás. Nuestro orgullo es un dramático obstáculo para la misión. No pueden creer en la grandeza del que se hizo Siervo los que ven a sus discípulos con ansias de poder. Perdona nuestra altanería. Y enséñanos a servir a nuestros hermanos con nuestra entrega diaria. Amén.

Padre José-Román Flecha Andrés