EL CIRIO PASCUAL
Padre Javier Barros
Extracto de una conferencia dada a nuestra Comunidad el año 2018
Pongamos atención ahora al glorioso protagonista del rito del lucernario de la Vigilia Pascual: el Cirio.
No sabemos exactamente ni cuándo ni dónde nació el Cirio Pascual. No sabemos tampoco quién lo originó. Todo hace pensar que su origen se esconde en un incierto momento del s. IV, probablemente en Italia, pero no en Roma.
El lucernario pasó a ser considerado como símbolo del mismo Cristo.
Las características materiales y externas que el Cirio mismo va adquiriendo lenta y progresivamente a lo largo de la historia, su protagonismo en la celebración, el significado de las incisiones que se van realizando sobre él, la variedad de sus formas a lo largo de los siglos, sus dimensiones crecientes, el ornato que recibe, la riqueza de su porte y el arte de los candeleros que le sirven de pie… todas estas notas globalmente consideradas revelan por parte de la Iglesia un proceso de maduración en la inteligencia de su profundo simbolismo cristológico. Contemporáneamente, esas características muestran la fe y veneración que la comunidad litúrgica profesa hacia el plus de significado al que el Cirio remite, y que no es otro que la victoria pascual del Esposo sobre el demonio, el pecado y la muerte.
Dice Arocena:
Se trata, pues, de rendir un homenaje doxológico al Señor, resucitado de entre los muertos, y de expresar el júbilo inmenso y la gran esperanza que aporta al género humano la luz santa y resplandeciente de su Resurrección. Por luminoso, el Cirio fue inventado para dar ocasión de proclamar con todo el vigor de la joven savia cristiana, del modo más solemne posible y con los textos más adecuados, los mirabilia que el Padre ha realizado en el Misterio Pascual de Cristo.
Grabado de la cruz, trazado de las letras del alfabeto griego y las cifras
En nuestra liturgia, el Cirio se enciende desde el fuego nuevo. Después de aquello, la rúbrica indica actualmente que se grabe con un punzón una cruz sobre el Cirio, que se tracen el Alfa y la Omega, y que se pongan las cifras del año en curso.
Vale la pena subrayar el significado de la incisión de las cifras del año en curso sobre la cera del Cirio pascual. Este uso indica que la Pascua del Señor, siendo siempre la misma, es también nueva cada año. ¿No es cierto que todos llevamos a la Vigilia una situación original cada año? Nuestra coyuntura del año pasado es diferente de la de éste. Sin embargo, tal coyuntura personal, nunca la misma, ha ser hendida hasta quedar grabada en Cristo resucitado, del que el Cirio pascual es signo elocuente. Él es aquel Lucero que no tiene ocaso, aquel que, volviendo de los infiernos, alumbró sereno al humano linaje y vive y reina por los siglos de los siglos[1]. Si el Año litúrgico no contuviese a Cristo, o si los misterios pascuales sólo los pudiéramos celebrar una vez… viviríamos como sedientos junto a la fuente.
Dice la rúbrica que mientras se trazan los cuatro números se dice lo siguiente:
Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.
Las palabras solemnes que el celebrante pronuncia mientras realiza las incisiones sobre el Cirio presentan un fuerte acento cristológico. Las palabras que acompañan a la primera incisión del tramo vertical de la cruz están tomadas de la Carta a los Hebreos: “Cristo ayer y hoy”[2]. Hay que subrayar la primera de esas palabras, que es: Cristo. Esto significa que el rito predica de Cristo, que Él es nuestra Pascua, y esta única Pascua, que es Cristo, lo es aquí y ahora para provecho de la comunidad celebrante. La incisión de las letras primera y última del alfabeto griego, Alfa y Omega, es una señal indiciaria de la totalidad cristológica que envuelve la Noche santa en que la Iglesia celebra el paschale sacramentum. Las palabras ipsius sunt tempora señalan el espesor crístico que caracteriza al tiempo (chronos), como criatura salvíficamente afectada por la redención. Como lo entendieron los Padres y ha subrayado Odo Casel, el tiempo está preñado de Cristo. El sintagma et æternitas nos habla de la kyriakè de Cristo: Él es el Árbitro último de la historia. En sus manos, los designios de la historia humana.
Terminemos con unas palabras de J. Aldazábal
En la noche pascual celebramos con el simbolismo de la luz la resurrección de Cristo y nuestro paso de las tinieblas del pecado a la vida en Cristo. El cirio pascual, encendido en todas las celebraciones de la Cincuentena, será un recordatorio del motivo de nuestra fiesta principal[1].
[1] J. Aldazábal, vocabulario, 233.
[1] P. Tena, La Vigilia Pascual, paradigma del encuentro entre Biblia y Liturgia, en Ponencias de las Jornadas Nacionales de Liturgia, Comisión Episcopal de Liturgia, Madrid 2000, Formación bíblica y litúrgica, 151-152; Missale Romanum, Sollemne initium vigiliæ seu Lucernarium, Præconium paschale: “… ille lucifer, qui nescit occcasum, Christus, Filius tuus, qui, regressus ab inferis, humano generi serenus illuxit, et vivit et regnat in sæcula sæculorum”.
[2] Hb 13, 8.