«La puerta estrecha», Centro Internacional «Domus Galilaeleae»
Lecturas: Is 66, 18-21; Hb 12, 5-7, 11-13; Lc 13,22-30)
Cada domingo escuchamos la Palaba de Dios. Siempre contiene un mensaje para iluminar nuestras vidas. El mensaje del Evangelio hoy es serio. Se trata de la entrada del cielo o no. La puerta es estrecha; no es fácil entrar. Después de esta vida, esperamos la vida eterna. Jesús dice: «Esfuércense en entrar por la puerta estrecha.» Sin duda es una de las frases más exigente para los oídos de las personas contemporáneas. Estamos tan metidos en lo inmediato, no tomamos en cuenta el final del camino. Pasar por la puerta estrecha, la entrada del cielo es la cosa más importante al final de nuestra vida terrena. Si no lo alcancemos todo ha sido en vano, se ha perdido todo, es una vida fracasada.
Por eso Jesús exhorta al esfuerza y la renuncia personal como actitud indispensable para entrar en la vida eterna. Aunque la sociedad permisiva parece olvidarlo, el esfuerzo y la disciplina son absolutamente necesarios. Todos tenemos la tendencia de acomodarnos; Buscamos lo placentera, lo agradable, lo fácil. S. Ignacio recomendaba «hacer lo contario»; contrarrestar esta tendencia para que el espíritu esté más despierto. Debemos pedir la gracia de desprendimiento; y La vida no es siempre fácil. Es necesario ver lo bueno que tenemos y vivir siempre agradecidos.
Miremos a Jesús: Él vivía muy sencillamente. No necesitaba muchas cosas. Enfrentó mucha oposición de los poderosos. Seguía su camino con fidelidad. La lectura de la carta a los Hebreos que hemos escuchado muestra su heroísmo. Sufrió la espantosa Cruz, «por la dicha que esperaba». Nosotros estamos en camino hacia la eternidad. Es muy necesario mantener esta meta delante de nuestros ojos; solamente así podemos tener valentía para vivir bien lo nos pasa en este vida.
Volvamos a la Carta a los Hebreos que dice: «Desprendamos de cualquier carga de pecado… Corramos con constancia fijos los ojos en… Jesús.» La vida cristiana exige la renuncia, no solamente a cosas sino también a nuestra propia voluntad. Su voluntad es lo mejor; nos guía por el camino de salvación. De hecho, cuando uno se entrega para el bien de otro, recibe más que da. Tiene una satisfacción interior que vale más que estar cómodo haciendo nada.
Nosotros no conocemos los juicios de Dios. En el Evangelio de hoy Jesús dice que «muchos intentarán entrar y no podrán». Estas palabras nos chocan; estamos acostumbrados a pensar que todos entran fácilmente. A veces no tomamos en serio lo que Jesús dice. En verdad, debemos tomarlas en serio.
Hay muchos que se dicen cristianos según su manera. Ellos deciden como van a vivir y que van a hacer o no hacer. Crea su propio Dios – es un ídolo. En realidad no viven como cristianos. ¿Van a entrar por la puerta estrecha?
Lo más importante es conocer a Jesús. Para esto, ayuda mucho la lectura pausada de los Evangelios. La palabras y acciones de Jesús nos instruyen; cambian nuestra manera de pensar y actuar. Podemos mirar a Él; contemplarlo sanando los enfermos, liberando mucho de las influencias del demonio; enseñando a las multitudes, etc. Queremos pensar como Él pensaba; hacer nuestro su cercanía y obediencia filial con el Padre; tener su celo por el Reino de Dios; hacer la justicia y vivir compasivos con los que sufren, etc.
En esta Eucaristía pidamos la gracia de vivir auténticamente como discípulos de Jesús.