La Visitación de María a Isabel
Lecturas: Miq 5, 1-4, Heb 10, 5-10, Lc. 1:39-45
“Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá”. (Lc. 1, 39-45)
Hoy contemplamos a María embarazada y en camino, a prisa, atravesando Palestina de norte a sur para encontrarse con su parienta Isabel.
María en camino hacia la casa de Isabel nos revela lo que es el amor traducido en servicio, el amor solidario, “María va a prisa hacia la montaña”; es decir, el amor le urge por dentro y se pone en camino para encontrarse con Isabel, una mujer estéril, una mujer pobre y despreciable en aquella cultura… María ve en Isabel a todos los pobres y humillados y su corazón quiere compartir la alegría de una madre que había sido estéril y humillada y ponerse a su servicio, al servicio de una anciana embarazada… En María se nos manifiesta también lo que es la verdadera solidaridad humana, la solidaridad con los más pobres y humillados de este mundo.
¿Podemos ponernos en camino como María para ir hacia el encuentro de los otros particularmente de los más necesitados? ¿No es la hora de movilizar a nuestras comunidades cristianas y promover un compromiso más solidario? No se trata de hacer «cosas grandes». Quizás sencillamente ofrecer nuestra amistad a esa persona hundida en la soledad o la depresión, estar cerca de ese joven que sufre una incertidumbre frente a su futuro, tener paciencia con ese anciano que busca ser escuchado por alguien, apoyar a alguien que no tiene trabajo o bien tratar de colaborar con un proyecto solidario.
Dice el texto evangélico que cuando Isabel oyó el saludo de María, “saltó la criatura en su vientre” … Es impresionante el impacto de la presencia de María. El saludo de María despierta la alegría del niño que Isabel lleva dentro y eso es debido a que María porta en su seno a Aquel que es la Vida y que viene a ofrecernos la Vida en abundancia. Nosotros podemos llegar a ser como María, portadores de Cristo, portadores de Vida y esperanza. Esta visita de María a su prima Isabel nos recuerda que nosotros también podemos hacer la experiencia de la visitación cada vez que salimos de nosotros mismos y nos abrimos al otro, como María lo hizo con Isabel ¿No estamos demasiado encerrados en nuestro pequeño bienestar?
“Se lleno Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito”: “Bendita tú entre las mujeres”, ¿qué quiere decir esta expresión “Bendita tú entre las mujeres”? Esta expresión es un superlativo que, en la lengua hebrea, quiere decir: eres una gran mujer, una supermujer y añade: “bendito el fruto de tu vientre”. ¿Qué significa también “bendito el fruto de tu vientre”? significa que, en ese Hijo, fruto del vientre de María, ha sido bendecido todo ser humano: El, Cristo, el hijo de Dios y el hijo de María, es la esperanza del mundo y la esperanza para cada uno de nosotros.
“¿Cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?”.
¿Pero cómo es posible que a mí se me regale lo que se me está regalando? Isabel la llama además “la madre de mi Señor”. Es una afirmación importante. Esto indica que la Iglesia primitiva de Jerusalén reconoce ya a María en el siglo I como la Madre del Señor. Nosotros continuamos invocando a María como la madre del Señor y madre de la Iglesia, de la comunidad.
“Bienaventurada la que ha creído”. Este es el centro del Evangelio de hoy. “Bienaventurada la que ha creído”. María es feliz porque ha creído. El filosofo Pascal se atrevió a decir que «nadie es tan feliz como un cristiano auténtico». Pero, ¿quién puede creer hoy realmente esto? La inmensa mayoría piensa más bien que la fe poco tiene que ver con la felicidad. ¿Quién puede pensar que lo que Jesús ofrece es un camino por el que podemos descubrir una alegría verdadera que puede transformar desde ahora nuestra vida?
El saludo a María: «Feliz tú que has creído» puede extenderse, de alguna manera, a todo verdadero creyente. A pesar de todas nuestras incoherencias, de todas nuestras fragilidades y nuestras vidas mediocres, feliz también hoy el que cree en el fondo de su corazón y se confía a Él.
La Navidad está cerca. Cada año, en el cuarto Domingo de Adviento, el Evangelio pone ante nuestros ojos a María, que supo esperar y abandonarse a Dios. Este episodio, del encuentro de María con Isabel, nos recuerda las visitas de Dios a nuestra vida y nos recuerda también, que Dios nunca nos deja solos y abandonados cuando le necesitamos. Él viene siempre a nuestro encuentro…” Él viene a encontrarte”.
Vamos a celebrar, en estos días, la Navidad, que es la fiesta de la Vida: Porque Tú, Cristo, has venido como Luz a todos nosotros… Tú naces para todo hombre y mujer. Sólo Tú tienes el secreto que puede disipar nuestros miedos y fortalecer nuestra esperanza. Que tu Fuego encienda nuestros corazones y se haga acogida y apoyo para los que están aquejados por la necesidad y el sufrimiento. ¡Feliz Navidad a todos!
Padre Benjamín García Soriano