Este Domingo en que comenzamos este Tiempo especial de ESPERANZA, quiero expresar al Señor: agradecimiento, alegría, y deseo de que todas unidas podamos vivir este Adviento, atentas a las necesidades del prójimo, levantando nuestras cabezas, nuestra alma, nuestros ojos, mirando a la ESTRELLA de Belén, comenzando una nueva peregrinación, un tiempo nuevo, marcado por la LUZ.
Imitando a MARIA digamos con fe: HAGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA, para que como Ella, nos mantengamos en pie ante su HIJO hasta el final, gozando de los “Cielos nuevos y de la tierra nueva”, agradando a Dios, superando todo miedo, división, angustia, tristeza, tiniebla y dolor, porque se acerca nuestra LIBERACIÓN.
TÚ, Señor los llevas por nosotros; TÚ nos enseñas el camino; TÚ eres nuestra confianza y nuestra PAZ.
M. Alejandra Izquierdo
Primer domingo de Adviento ciclo C
Muéstranos Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas. (Sal 24)
Nos preparamos para comenzar este Adviento que tiene un matiz nuevo, especial. Es un tiempo de escuchar el anuncio: “Levantaos, alzad vuestras cabezas, se acerca vuestra liberación”. San Lucas nos anima a despertarnos a tener fuerzas, a vivir con esperanza. Si, la ESPERANZA es la virtud del Adviento y a la vez, la Esperanza es aceptar una cierta inseguridad, una forma de vida contraria al querer asegurarnos de todo. Es una forma de vivir la pobreza, la provisionalidad. Digo un matiz especial por distintas razones:
– La situación de nuestro país, que crea cierta expectación en este momento histórico.
– La pandemia, que no se acaba, es una tarea para cultivar la confianza y un ejercicio de vivir la inseguridad.
El Adviento tiene ese matiz de ALEGRIA, de qué cada día nos acercamos más a la celebración del nacimiento del Redentor, actualizándolo, haciéndolo presente, como si ocurriera para nosotros por primera vez. La alegría es imagen del Adviento y la experimentamos cuando nuestro corazón está bien dispuesto. Junto a esta alegría, es inevitable, que nos sintamos más indignos, más débiles y algo enfermos. Esto mismo nos convence de saber que lo necesitamos más a EL, y que nos necesitamos entre nosotras e incluso que EL nos necesita a nosotros. Nos reunimos hoy así para aquietarnos y prepararnos a esperar esta venida del Señor en el año litúrgico, y en la que también preparamos la segunda venida del Señor “cuando El volverá y nos llevará consigo gozándonos de lo que nos ha prometido” (San Bernardo de Claraval, Sermón 4 en el Adviento del Señor). .
Con Jeremías, crecemos en el conocimiento profético del profeta y del pueblo de Dios, que siempre necesita encender y cuidar esa llamita frágil, vacilante. Como nos decía el Abad Presidente en su carta, “que la venida del Señor nos encuentre a todos preparados y con las lámparas encendidas” (Padre Mamerto Menapace), cuidando esa llama, nuestra vocación. VIGILANTES ante la llegada del Mesías. La primera lectura nos llama hoy con su anuncio mesiánico de que por la dinastía de David saldrá el retoño. Anuncia la salvación con esta imagen y con la de la Jerusalén celestial, que nos aviva esta espera. Esta actitud de expectación nos la pide la Iglesia siempre, pero más aún en este tiempo de Adviento, tiempo de peregrinar, de caminar con los pastores en plena noche, vigilantes, dirigiendo nuestra mirada hacia la estrella, la LUZ de la gruta de Belén. .
Pidamos al Señor que nos instruya en sus sendas de misericordia y lealtad (Salmo 24) levantando el alma al Señor buscando cómo agradar a Dios y no a los hombres (1 Tes 3-4). A veces nos confundimos y empezamos a querer agradar a los hombres, quedar bien. Levantar la cabeza, despertar que es por EL por quien vivimos y eso nos llevará a amar bien a los demás. Que no sucumbamos a las tentaciones del “éxito” o de ser “aprobadas”, sino acercarnos al Señor y pedirle estar despiertas y discernir bien, no dejarnos llevar por la comodidad, por la vida fácil (Rodriguez Olaizola), sino estar atentas a las necesidades de los demás. Sabemos que durante el día podemos hablarle y hablar de EL porque Él nos habló primero y nos permite conocerle, seguirlo “manso y humilde de corazón”, y con el ejemplo de su Madre cuyo tiempo celebramos durante el Adviento, rezándole e imitando ese HAGASE EN MI SEGUN TU PALABRA.